Estas son las historias por las que, de vez en cuando, merece la pena dejarse caer por aquí. Siempre pensamos que los artistas, nuestros ídolos, son personas especiales, que están hechas de otro material distinto al nuestro. Vamos, que no cagan, ni mean, y que tampoco se pajean o se cogen unas diarreas como el vinagre en la taza del baño. Pues no, señor (señores) estos tipos son como nosotros. Su mierda huele igual de mal que la mía o que la vuestra. Lo que nunca pensé es que hubiera alguna relación entre la guitarra de metal y un reloj mecánico. Para comprobarlo, aquí va: Dan Spitz; cuando uno deja la guitarra de heavy para convertirse en relojero...