domingo, 21 de septiembre de 2025

Especial Sepultura, sus primeros años (1984 - 1989): del país del candomblé al éxito mundial... (1ª Parte).


El éxito de los brasileños Sepultura es uno de los casos más sorprendentes y excepcionales que se dieron en el mundo del metal. Cómo unos chavales de las calles de Belo Horizonte consiguieron llegar a la cima del thrash mundial. Seguramente, nunca más se de un caso parecido. El mundo del metal siempre tan exclusivo y copado por países como EE.UU., Reino Unido y Alemania, tuvo que arrodillarse y rendir pleitesía a unos garotos de Brasil que se convirtieron en unas auténticas leyendas... Ahora que parece que se despiden de los escenarios, me parece una buena oportunidad para recordar su hazaña. En su honor, quí va este humilde: Especial Sepultura, sus primeros años (1984 - 1989); del pais del candomblé al éxito mundial...



Independientemente, de si os gustan más o menos, más allá de su origen exótico y de su historia de superación. Algo así como si un David tropical ganara a un Goliat moderno. Todavía su carrera me sigue pareciendo una proeza considerable. La única banda latinoamericana que consiguió saltar el muro que separaba la miseria del underground más proscrito con la fama internacional. Hay gente que los infravalora y que no les parecen para tanto, unos tipos que tuvieron mucha suerte y que por una carambola del destino acabaron subidos a un trono que no les pertenecía. A mí, en cambio, me parecen unos fulanos afortunados, pero muy astutos, que supieron moverse y combinar muchos estilos en uno, con la suficiente habilidad de no acabar metidos en un rumbo sin destino.

Max y Lemmy
Max e Igor, Igor y Max, dos hermanos apellidados Cavalera, nacidos en una familia pudiente y acomodada, hijos de una madre que trabajaba de modelo y un padre diplomático italiano, fundaron Sepultura en 1984, mientras malgastaban sus vidas esperando encontrar alguna respuesta en el "Dancing on your Grave" de Motörhead (si hubieran estudiado). Parece ser que el tío Lemmy les dio la inspiración para ponerse de nombre Sepultura, y así iniciar su asalto a la conquista del mundo del metal.

El dinero escaseaba, el viejo (Sr. Graciano) les había muerto muy joven, (cuando el propio Max (Massimiliano) tenía 10 años), y su vida había pasado de ser relativamente cómoda a tener que buscarse la vida para poder subsistir. El gobierno brasileño tampoco se lo ponía fácil. Brasil en 1984 estaba sumida en una profunda crisis económica, heredada por la dictadura militar pasada a cargo del general Figueiredo, y las oportunidades que había eran muy limitadas. Si la policía te cogía lleno de melenas y tatuajes, te metía una rueda de hostias que, en el mejor de los casos, acababas meando sangre en alguna esquina mugrienta. Era la ley de las calles, matar o morir, la vida allí no valía nada...

No sé muy bien cómo estos dos chavales se les dio por meterse al mundo de la música extrema. Pero puedo entender el contexto social y político que vivían. De ahí ese germen de devastación y aniquilamiento que corría por sus venas, aparte de quedar huérfanos de padre muy jóvenes. Era normal que los pipiolos que deambulaban sin futuro por aquellas calles de São Paulo entre basura y ratas, buscaran en el metal extremo una vía de escape que pudiera dar sentido a sus míseras vidas.

Según contaba el propio Max, tras la muerte de su padre, este se interesó por la colección de vinilos que guardaba su difunto viejo y, parece ser, que en esos escondidos elepés de ópera clásica, también se topó a los Led Zeppelin y Black Sabbath y, con ellos, encontró la llamada de la música extrema (a mí me pasó con las revistas porno, en esos coños abiertos y peludos que aparecían en sus páginas, sabía que estaba el origen de mi destino).


Sepultura en 1986

No tardaron en dejar los estudios y, tras varias entradas y salidas, al final, consiguieron hacer una formación estable con un tal Paulo Jr., al bajo (aunque acreditado, nunca lo grabó), y un Jairo Guedz que, finalmente, se haría cargo de la otra guitarra y también de las cuatro cuerdas. Esta fue la formación que llegó a cuajar para meterse todos juntos a grabar el primer lanzamiento discográfico de su carrera. Inicialmente, un tipo llamado Wagner Lamounier iba a ser el encargado de las voces pero, parecer ser, que este se dedicaba a robarles material de su local de ensayo, siendo sorprendido y expulsado inmediatamente del grupo. Este, en venganza, decidió fundar a otros pioneros de la escena extrema brasileña, los Sarcófago. Iniciándose así una de las rivalidades más famosas del metal extremo del país de la samba.

Era 1985, y Metallica barría todo a su paso con Kill 'Em All y Ride the Lightning. Slayer y Venom sonaban sin parar en sus destartalados tocadiscos. Y, desde el viejo continente, Kreator y Sodom iniciaban su reinado de sodomía y dolor sin fin. Lo que nadie sospechaba es que desde Brasil, entre palmeras, cocos y jaguares, se estaba incubando la venganza de los pobres.  

Bestial Devastation, su primer split compartido con otra banda brasileña llamada, Overdose, significaba sus primeras correrías en esto de la música extrema. Un Ep grabado en un local improvisado, en apenas dos días, con una grabadora de ocho pistas, les valió para darse a conocer por todo Brasil. Una pequeña victoria que, a pesar de su horroroso sonido, presentaba a unos pajilleros que parece que tenían algo que decir. 

Solo cuatro pistas, más una intro, para ver de lo que eran capaces de hacer estos tres salvajes amazónicos. Un reloj de pared anunciaba la nueva maldición del Sr. de la muerte por toda la humanidad. Un amasijo de Slayer, Motörhead, Celtic Frost y Venom, todavía sin perfeccionar, embrionario, pero lo sufrientemente blasfemo y maligno para invocar al anticristo. Un nuevo nigromante de entre la floresta amazónica había nacido. 

Max había vendido su bicicleta para poder grabar este Bestial Devastation, y los instrumentos que habían usado eran tan malos que no aguantaban la afinación tras interpretar una canción. Unos trogloditas greñudos con muñequeras de pinchos, que estaban dispuestos a todo. El olor a lo primitivo de las cavernas. Los taparrabos y las flechas cruzaban la espesa niebla que separaba las tribus de la amazonía con la civilización moderna. Algo había ahí, que llamó poderosamente la atención, que el nombre de Sepultura empezó a correr por los suburbios y callejuelas de todo Brasil. El aullido del puma caló en una juventud sin perspectivas ni futuro, encontrando en estos cuatro locos drogadictos una válvula de escape. Ya no tenían que pedir dinero prestado para que alguien les grabara esos elepés terroríficos de los USA. Ahora tenían al demonio en su propia casa. 

¿La bicicleta de Max?

El primer disco de estos no tardó en salir. Un año después aparece Morbid Visions. De la devastación bestial a las visiones mórbidas. En la portada tres crucificados rodeados de fantasmas y el anticristo abrazando a uno de ellos. La producción igual de cutre o más que en el anterior. Otra vez grabado en su Belo Horizonte natal, pero esta vez en un 16 pistas. La batería de Igor registrada con un solo micrófono, y Max, su hermano, usando una guitarra prestada, tan mala, que era imposible afinarla.

Una grabación tan precaria, realizada en siete días (como la creación de Dios) que, a la postre, tendría su encanto: la fascinación extraña por lo tosco. Dentro de ese despropósito, ruidoso y limitado, se metieron auténticas joyas del underground más macabro y funerario brasileño. Esas "Mayhem", "War", "Crucifixion", "Funeral Rites" o, la icónica "Troops of Doom", eran el ejemplo de un grito primitivo que salía de las entrañas de tres chavales sumidos en el caos y la desesperación de vivir en un país aislado no reconocido para estos sonidos. 

El resultado fue un híbrido entre black, death y thrash que hacía un retrato de unos adolescentes obsesionados con la maldad y el poder destronar a sus ídolos americanos y europeos. El disco, en sus inicios, nunca se editó fuera de Brasil, pero eso no impidió que tanto Max como Igor, enviaran cantidad de casetes del trabajo a fans y fanzines europeos y americanos, lo que les granjeó un limitado pero sincero aprecio dentro del underground extremo de la época. 

Morbid Visions fue el primer paso de un camino al que todavía le faltaba mucho trayecto por recorrer. Sepultura parecía una banda destinada a fracasar y a quedarse recluida dentro de sus fronteras. Nada parecía que pudiera hacer cambiar los designios malditos de esta gente, pero, la salida de Jairo y la entrada de un Andreas Kisser en su sustitución, aportó un salto cualitativo a nivel técnico y los Sepultura dieron un paso hacia delante. 

Kisser fue ese chispazo de suerte que a veces aparece y le da un vuelco a las bandas. Es ese as que no te esperas en una noche de borrachera mientras juegas una partida póker. Los Sepultura pasaron de ser una banda limitada, provinciana y atrasada, a atreverse con solos, riffs intrincados y partes más complejas. Schizophrenia, su segundo disco, los mostró en otro nivel. Los hermanos Cavalera seguían siendo brutales, pero ahora lo hacían con elegancia y categoría. Dejaban atrás la vena más cafre y black, para posicionarse más como una banda thrash, con un directo brutal y poderoso.

Para muchos aquí es donde empieza la leyenda de los verdaderos Sepultura. El primer disco que graban de manera algo profesional y con un sonido más presentable para poder exportarlo fuera de sus fronteras. Unos marginados que ahora dejaban de hacer fuego con dos piedras para que alguna de esas cintas que enviaban a todas las partes del planeta llegara por alguna razón a los de Roadrunner Recors, que no dudaron en ofrecerles un contrato. 

Max, Igor, Andreas y Paulo Jr. estaban a punto de dejar la selva del Amazonas para hacer las maletas y presentarse en los dominios del mayor gurú que había en las grabaciones de metal, el maestro Scott Burns.. Se acercaba el momento Sepultura. La conquista y el desembarco de cuatro chavales brasileños, para desatar su thrash tribal y primitivo por todo el mundo.

Sepultura había dejado de ser una banda prometedora de brasil, para conseguir que el tío Burns dejara de comer hamburguesas y moviera su culo para presentarse en Rio de Janeiro para grabarles en nueve noches su tercer disco. Beneath the Remains salió un 7 de abril de 1989, y la tribu Sepultura se extendió como la pólvora por todo el planeta. 600.000 copias vendidas, teloneros de King Diamond en los USA y su actuación en el Rock in Rio ante más de 100.000 personas los catapultó como los nuevos mesías del thrash mundial.

Cuatro jóvenes de Belo Horizonte que habían conseguido salir de la miseria y llevar la bandera de Brasil por las mejores ciudades de EE.UU. Sepultura consiguió algo inimaginable para el metal Sudamericano. La primera banda que derribó ese muro capitalista y abrió una puerta para que más bandas de Latinoamérica se lo creyeran. Si ellos pudieron salir de aquel Brasil de los 80, otros también podían hacerlo...

"Inner Self" se convirtió en un nuevo himno. Las caminatas eternas de Max por esas calles sucias y olvidadas de São Paulo, ahora eran cantadas por los fans de Miami, New York, Chicago o Londres, que se identificaban con ese odio y lo hacían suyo. 

Beneath the Remains destruyó ese techo de cristal que separaba la opulencia de la miseria. Fue el disco del tercer mundo que se cobraba su merecida revancha. El hambre, la rabia y las ganas de comerse el planeta de cuatro chavales fue más fuerte que el desprecio, indiferencia y aislamiento de todos aquellos que no compraban nada que no fuera yanqui o europeo.

Con esta hazaña, para muchos, aquí terminan los verdaderos Sepultura. ¿Cómo fueron capaces de conseguirlo? Todavía sigue siendo un misterio. Es aquí donde entra la parte oculta, más siniestra y esotérica de esta historia. Vania, su madre, como buena brasileña, parece ser que era seguidora de una religión de origen totémico y afrobrasileña llamada candomblé. Según contaba su hijo Max, su madre practicaba rituales con los muertos, y los llevaba a los dos (también a Igor) a presenciarlos, donde su progenitora entraba en trance y entablaba contacto con los difuntos. ¿Quién sabe si esta hizo algún hechizo o pacto para que sus dos hijos fueran bendecidos por sus dioses y les entregaran el éxito musical que consiguieron?.

Ahí lo dejo, compañeros... que vuestra imaginación vuele libremente... esa historia está ahí y siendo brasileños no es nada extraño que hicieran tales prácticas (la portada del Beneath the Remains es muy significativa). De ahí viene mucho lo de su gusto por los sonidos tribales y la utilización de tambores en sus discos, que eran muy usados en los rituales que practicaban todos juntos. Lo que no cabe duda es que cuatro chavales, sin apenas medios, ni dinero y salidos de un suburbio de Brasil llegaran a codearse con los mejores del metal extremo de la época, me sigue pareciendo una completa heroicidad (por no decir un milagro). 

Max con su madre (ya fallecida) y su hermana, años 80.

En aquellos tiempos que no había internet, ni redes sociales, ni el Youtube, ni nada parecido. Todavía convierte su historia en mucho más fascinante y épica. Pero, no solo esto resulta sorprendente, es que sus mejores días no se acababan aquí... El gran salto del puma brasileño todavía estaba por venir. Sepultura estaban a punto de convertirse en una de las bandas más influyentes de los 90, sus discos vender millones de copias y forjar con su música una nueva sepultura para el metal...continuará... Hasta la próxima, amigos.

PD: Más abajo os dejo el videoclip del tema Inner Self, grabado con tan solo 7.000 dólares de la época, pero que demuestra el músculo y potencia que tenían en directo.



1 comentario:

  1. Yo diría que Sepultura fueron mi "puerta de entrada" a la música extrema...

    A ver, a mi Celtic Frost/Hellhammer, Venom y Bathory no me "gustaban". Demasiado "ruido" para mis tiernos pabellones auditivos. Pero el thrash me gustaba, y el Beneath me llevó más lejos que cualquiera de la Bay Area en cuanto a brutalidad. La forma de "escupir" las letras de Max me gustaba mucho, y después del Beneath y Arise, investigué hacia atrás y me encontré con los dos primeros discos. Y coño, eran aún más cafres que lo que había escuchado ya, pero tenían, no sé, ese rítmo machacón del thrash; ritmo que no les acababa de encontrar a los otros padrinos.

    Menos mal que con el tiempo, volví a los padrinos y eduqué mis pabellones, ya no tan tiernos jeje.

    Yo a los dos primeros, les veo a parte de la producción, que se nota "cafre" porque buena buena no es, y sobre todo, ese amor de los Cavalera por mezclar sus raíces musicales, donde había también mucho de punk. Eso y que imagino que muy buenos con los instrumentos no eran... todo eso se puliría más adelante. Y al final, lo de mezclar sus raíces terminaría siendo su "defunción" para gran parte de los metaleros. Pero a eso llegarás en la siguiente parte, no?.

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